viernes, 10 de noviembre de 2023

HISTORIA DEL CAFÉ DE NADIE, de Arqueles Vela

 



ANTES que Maples Arce descendiera el umbral de este Café, nadie había percibido el estado de inexistencia en que se encontraba y se moría. Su vida inerte de catástrofe, de edificio sepultado por un gran cataclismo, se insinuaba con esa vaguedad de las estancias solitarias, empacadas por un trágico y cósmico olvido.

Sus paredes, sus muebles, sus espejos, sus meseros, estaban con la actitud latente de vida con que deben estar los objetos, las personas y las cosas de una ciudad petrificada. De una ciudad que en plena actividad se estatiza de hastío y de lava… De una decoración cinemática interrumpida y paralizada inusitadamente por un descuido del manipulador, en la que todo espera el momento de volver a la realidad, de enhebrar su paisaje y su argumento.

Maples Arce penetró a este Café con el mismo estado espiritual de aquel espectador que patea y se sonríe de un episodio revelado en la pantalla intermitentemente…

En el instante en que nosotros abordamos su “negligée” e impulsamos su inercia, en el instante en que nos asomamos a su vacío, con la misma desconcertante incredulidad y verosimilitud con que nos asomamos a los visillos de un sueño, su historia se fue desenrollando de nuevo. Los meseros rectificaron su inclinación y remendaron el intermedio de su inestabilidad.

Su idiosincrasia se quedó en un estado de convalecencia, de desconcierto, de inadaptable. Sobre todo de inadaptable. Es un Café sombrío, huraño, sincero, en el que hay un consuetudinario ruedo de crepúsculo o de alba. De nadie. Por eso Ortega le ha llamado así. No soporta cierta clase de personas, ni de patrones, ni de meseros. Es un café que se está renovando siempre, sin perder su estructura ni su psicología. No es de nadie. Nadie lo atiende, ni lo administra. Ningún mesero molesta a los parroquianos. Ni les sirve…

Por esta peculiaridad somos los únicos que se encuentran bien en su sopor y en su desatención. Somos los únicos parroquianos del café. Los únicos que no tergiversan su espíritu. Hemos ido evolucionando hasta llegar a ser ese nadie… para que sea nuestro y exclusivo…

En su primitivismo—viselado de modernidad—, en su retrospectivización, hemos buscado la clave de la vida y del arte…

En la atmosfera de este Café no existe ni se puede comprobar ninguna ley física.

Las personas, los objetos, en su espacio eterizado de pensamientos, tienden a ascender…

En los momentos de intimidad, todos estamos en el vértice de su ángulo espiritual, refutando la impenetrabilidad.

Emergemos con la divergencia de un gran reflector zodiacal, que todavía no se inventa en Nueva York…

Sus paredes, estucadas de tiempo y de inviolabilidad, son como un rompeolas de las banalidades y pequeñas cosas que arrastra la marejada callejera que invade y enrarece el oleaje de senos y de voces de los otros cafés.

En su árbol luminoso hemos cortado el fruto incandescente de la sabiduría…

Su silencio y desolación comprende nuestra hermeticidad y no nos habla sino con el eco de las frases de los meseros, colgadas en la pared:


 

Pero nosotros sabemos que estas insinuaciones esconden las mismas supercherías que las de los meseros y bebemos y fumamos otras marcas.

Bebemos el alcohol que destilan las tardes y prolongamos las horas, fumando una tabaquera de ideas…

Liamos indolentemente, voluptuosamente, inconsútiles cigarrillos intelectuales, engargolados de sentimentalidad o de rebeldía y cuadriculamos la atmósfera de sugerencias arácnidas que acechan y desechan cualquier frase importuna de los parroquianos noveles.

Con ese humo de las ideas se ha ido formando, creando, una nueva y original mentalidad a los personajes que surgen de la oportunidad y casualidad de las charlas o a los que permanecen detrás de nuestro “APARTAMENT” literario…

Con la plastilina de las pláticas, con la genialidad, la tontería y la frivolidad de algunas frases nuestras, se han modelado varios parroquianos. Los que faltaban para que fuera un real y tumultuoso Café.

Aquí, surgió, de pronto, de la mal comprendida ductilidad de una frase, el reclamista del ESTRIDENTISMO, el que lo ha voceado en las callejuelas de los periódicos, con un aparente gesto disturbiador. Pepe Elguero se inventó, se confeccionó su traje y psicologó en una de nuestras charlas…

Las mujeres que han pasado por el “budoir” ideologico del Café, son todas las mujeres. Todas son, aquella “AQUELLA DAMA QUE CONOCEMOS” que nos dejara una remembranza y una nostalgia, del momento sutil en que se asomó a las vidrieras de nuestra inconformidad con las mujeres…

En este ángulo del Café, nuestro laboratorio intelectual y sentimental, construyó Maples Arce el andamiaje de sus poemas. Aquella silla recopiladora de las formas y la languidecencia de las mujeres, reconstruyó “LA SEÑORITA ETC.”

En este ángulo del Café, empezamos a creer en algo del más allá, en otro plano más mullido para esa gran pereza papal que nos aletarga sobre el ajetreo y lo innecesario de la vida.

En este ángulo nos acercamos al horizonte de la irrealidad. Sobre él estamos siempre, esperando el momento de pasar a lo subconsciente.

Porque eso, es este Café, una estación de tránsito entre lo objetivo y lo subjetivo.

Es como un “pulman” en el que viajamos hacia todos los viajes…


Arqueles Vela